La Trappe, sabor trapense
Ya os contamos en un post anterior sobre las cervezas trapenses, que éstas se elaboran dentro del propio mansterio siguiendo las fórmulas tradicionales, y que actualmente sólo hay siete monasterios trapenses en el mundo que las elaboren: Chimay, Orval, Westmalle, Westvleteren, Rochefort y Achel, en Bélgica, y el monasterio de Koningschoeven en Holanda.
Este último, el de Koningschoeven, es el que elabora La Trappe desde el año 1884, la única trapense que se produce fuera de Bélgica.
Dicen de los monjes benedictinos que para la elaboración de sus productos comenzaron aplicando las enseñanzas de San Benito, y que fue en su abadía de Monte Casino donde empezaron a producirlos, aunque comenzaran elaborando vinos. Aquella tradición y conocimientos se fueron extendiendo a otras abadías que se encontraban localizadas en Irlanda, Suiza y Francia, comenzando en algunos de ellos la producción de cerveza. Sin embargo, no fue hasta el siglo XVII cuando Rancé, un monje cistercense, fundó la primera abadía trapense en Francia. Pero tras la Revolución Francesa los monjes comenzaron a ser perseguidos y finalmente tuvieron que huir hacia Bélgica y Holanda donde se establecieron.
La Trappe Triple es una cerveza de 8º, con un exquisito aroma caramelizado que te llena la boca al primer sorbo de un soberbio sabor dulzón que se va transformando poco a poco en tenue amargor producido por su lúpulo. Es de color granate oscuro, con una espuma densa y ligeramente amarillenta y sabrosa.
En función de la graduación y el color, existen otras variedades de Trappe, de modo que la más suave es la Trappe Blond, rubia y transparente de 6,5º. La Trappe Dubel más olorosa y oscura, de doble fermentación, también tiene 6,5º. Por último, la Trappe Cuádruple es la más fuerte con sus 10º.
Esta cerveza se sirve en copa achampanada de pie alto y boca muy ancha, de modo que el sabor y el aroma se expande muy bien.
Al igual que ocurría con la Chimay, esta cerveza es especial para tomarla acompañada de un buen queso, o bien como aperitivo, pero nunca para refrescar, sino para paladear.